miércoles, 27 de febrero de 2013

Nos comunicamos

Publicado en "Acercar a la Gente" Nº  25 del 01/04/2001

 En 1876 Graham Bell patentó un equipo que transmitía la voz entre dos puntos por un cable y lo bautizó con el nombre de teléfono. A partir de ese momento el sistema comenzó a propagarse, llenando los paisajes del mundo con postes y alambres que conectaban las ciudades.

Unos 32 años después de esta fecha nacía nuestro pueblo y debieron pasar 20 años más para que se instalara un aparato de esos aquí. En 1927 los teléfonos que se estaban colocando en Teodelina despertaron el interés de Dante Pellegrini, un comerciante isabelense de aquella época. Inmediatamente gestionó en Buenos Aires los teléfonos para Santa Isabel y así tuvo en su oficina el número uno de los veinticinco que instaló la Unión Telefónica del Río de la Plata.

El teléfono es hoy un rapidísimo y eficaz medio para comunicarnos con personas distantes. Apenas pulsamos los números correctos obtenemos, casi sin importar el lugar del planeta en que se encuentre, la comunicación con quien deseamos hablar. Es corriente ver en los hogares y lugares de trabajo uno de ellos mientras gran cantidad de personas se mueven con su celular. Sofisticados equipos comunican a unos y otros al instante.
Pero hasta principios de los '80 en la mayoría de los pueblos del país todavía existía el sistema manual para establecer el diálogo. Muchas personas eran parte de una gran maquinaria que lo hacía funcionar, entre ellas los operadores que se sentaban frente a un conmutador armados con auriculares con micrófono y mucha paciencia. Nelson "Onki" Penecino, nuestro entrevistado, pasó mucho tiempo comunicando a la gente de Santa Isabel desde uno de ellos. Hoy revive para nosotros aquel oficio ya desaparecido. 

¿Cómo y cuando comenzó a trabajar de operador telefónico?
=Cuando vine del servicio militar, empecé a buscar trabajo. Me anoté en la usina y en la empresa de teléfonos. Primeramente trabajé un tiempo en la usina eléctrica hasta que un día me llamaron de la empresa telefónica y el 13 de abril de 1956 entré como operador transitorio, después en suplencia y luego quedé efectivo. Trabajé 35 años y cinco meses, hasta que me retiré el 31 de octubre del '91. Hasta 1985 estuve trabajando en el conmutador y después, cuando ya todo era automático, pasé a trabajar en mantenimiento o con los guardahilos, en la última oficina, en el edificio de la calle Rivadavia, donde está la central actualmente.
 ¿En que consistía su trabajo?
=Trabajaba frente al conmutador que servía para sacar las llamadas que pedían.
El conmutador tenía unas chapitas en el frente, 6 hileras de 15 y una de 10 abajo, y cada una tenía el número de un teléfono. Abajo de las chapitas había agujeros o jacks que también tenían marcados los números de los teléfonos. Las llaves y las clavijas estaban en la parte horizontal del aparato.
Cuando alguien llamaba a la central, caía la chapita y dejaba ver el número, entonces insertaba un clavija en el agujero de ese número, habría la llave y hablaba con el abonado para saber que comunicación quería. "¿Número?", le preguntaba; llamaba al que me pedía, enchufaba otra clavija en el jack del número solicitado y así se establecía la comunicación.
 ¿Ese era todo el trabajo? 
=El operador era "full time", tenía que moverse. Cuando era todo manual había 15 pares de clavijas para atender todo lo que te pidieran y a su vez para atender todas las llamadas de entrada y salida. Mirando un reloj que estaba arriba del aparato tenía que tomar el tiempo de las llamadas afuera y anotar los pedidos que hicieran tanto los abonados como los clientes que llegaban a la oficina. A lo mejor teníamos 7 o 10 boletas arriba de la consola y no se te podía pasara nada. Terminaban de hablar y te llamaban. "¿Cuanto hablé?, yo lo controlé, 2 minutos 30 segundos." te decían, así que si tenías otro tiempo era un problema. Por eso en las llamadas a larga distancia continuamente preguntábamos "¿hablaron?, ¿hablaron?" A la gente le molestaba eso; "¡estamos hablando!", te contestaban.
 ¿Y usted podía escuchar las conversaciones? 
=Lógico, cuando no había mucho trabajo se podía, pero no te lo permitían.
Había momentos en que había muchos llamados que atender mientras controlaba el tiempo de otros. A su vez tenía 4 o 5 abonados hablando y había que controlarlos. Además venía publico y tenía que tomarle el pedido y cobrarles. Era imposible escuchar conversaciones.
 ¿Había confusiones o gente molesta? 
=Si alguien terminaba la conversación local caía la chapita que tenía el número, enseguida verificabas y desconectabas todo. En las llamadas locales no se medía el tiempo, pero si dejabas conectado y el abonado quería otra enseguida, cuando llamaba no solo sonaba en la central sino también en el teléfono con el que antes había estado hablando.
Muchas veces llamaban y si no lo atendías en pocos segundos se molestaban; y a lo mejor habían pasado 10 o 15 segundos. Te decían ¡¿Qué, estás en la vereda viendo quien pasa?! ... que les ibas a decir.
 ¿Y no protestaban personalmente?
= Algunas veces iban enojadísimos. Pero se lo derivábamos al jefe, porque él sabía lo que pasaba, estaba sentado ahí mismo, viendo todo el movimiento. Nunca te podías ir de ahí, porque siempre había trabajo, no podías perder tiempo en nada.
 ¿En que lugar estaba instalada la central?
=Estaba frente al Club Belgrano, en General López 974. Siempre estuvo ahí, hasta que se cerró. Antes había muy pocos teléfonos y la oficina era el único teléfono público del pueblo, por eso no solo atendíamos las solicitudes que nos hacían a la central sino también al público. Se atendía de las 7 de la mañana a las 20.00, horario corrido.
 ¿Y con respecto a las llamadas a otros pueblos o ciudades? 
=Estaban las llamadas de corta y larga distancia que eran bastante complicadas.
Desde que yo entré y hasta mediados de la década del '70, había una sola línea con Venado Tuerto, una con Villa Cañás y dos con María Teresa. María Teresa era central terminal, salía solamente con Santa Isabel, por eso tenía dos líneas, una para los pedidos que nos hacían y otra para los que los llamaban.
 ¿Cómo hacía para sacar una llamada hacia otra localidad? 
= Supongamos que pedían Villa Cañás. Por cada pedido se consideraban 10 minutos, cinco para mi pedido y cinco para el de ellos; era uno de salida y otro de entrada. Por ejemplo: si había cinco pedidos, incluídos los de María Teresa, la demora para hablar con Villa Cañás podía llegar a 50 minutos.
El problema más grande era Venado Tuerto, teníamos una sola línea. Venado era nuestro centro de larga distancia y si necesitábamos Rosario, Córdoba, Mendoza, había que llamar ahí. También pueblos como Elortondo, Carmen, Chovet, toda esa zona, salían por esa central.
En cambio Buenos Aires salía por Villa Cañás que nos daba Junín y estos sacaban la llamada. Todo lo que fuera Arribeños, Junín, Arenales, Teodelina -que era central terminal-, salía por Villa Cañás.
 ¿De cuanto eran las demoras?
=Las demoras, un día de semana a la mañana podían llegar hasta 3 horas. Era clásico que a las 8 de la mañana, cuando habría el comercio, llovieran los pedidos. Así que uno estaba ocupadísimo tomando pedidos y apurado para pasarlos porque a su vez estaban los pedidos de los otros pueblos. Cada operador tiraba para que su pueblo pudiera hablar, porque si no todos te reclamaban "¡Qué pasa, lo pedí a las 8 de la mañana, son las 11 y todavía no pude hablar a Rosario?!!" Había que tratar de explicarles de la mejor manera posible: "Tenemos pocas líneas, no hay posibilidades". Y te decían: "Ayer pasó lo mismo!! ...y pasó toda la vida así, aunque en los últimos tiempos no, porque en el '75, más o menos, nos colocaron un teléfono con disco, con una línea especial en la que discábamos Buenos Aires, Rosario o la ciudad que fuera. Así que en ese caso eran las demoras nuestras nada más, pero siempre con una sola línea. Mientras tanto a los abonados del pueblo se los siguió comunicando con la clásica manera de siempre.
 ¿Y los llamados internacionales?
=A los dos o tres años que estaba trabajando vino una persona que pidió una llamada con Italia. Yo no sabía como se manejaba este asunto y no estaba el jefe tampoco, así que llamé a Venado Tuerto, me comuniqué con la supervisora mayor y ella me dijo: "Tómele el número, preguntele que prefijo es y llame a Buenos Aires y ellos le van a sacar la llamada." La demora, en realidad era la que había de acá a Buenos Aires, porque desde ahí a Italia la sacaban enseguida.
 ¿Tenían horarios con menos trabajo? 
=El horario más tranquilo eran el de la noche. En pleno verano, hasta las 12 de la noche había mucho trabajo, después muy poco. Pero había que revisar todas las boletas que se habían hecho en el día con los llamados a larga distancia; separarlas por abonados, controlar las restas y sumas, si estaban bien los minutos, el importe... y después asentar todo en una planilla especial que no se podía ni tachar ni enmendar.
 ¿Cuantos abonados había?
=Cuando empecé a trabajar había unos cincuenta, después se llegó a noventa, que era la capacidad máxima del conmutador.
 ¿El conmutador siempre fue el mismo?
=Si, desde que entré a trabajar hasta que me fuí. La única modificación que se le hizo fue que se le cambió el magneto a manivela -para llamar a los abonados- por uno eléctrico, solo había que apretar un botón.
 ¿Con que energía funcionaba todo?
=El sistema funcionaba con las baterías de la central y la de los teléfonos, que tenían 3 pilas. A medida que las pilas se gastaban ese teléfono cada vez se escuchaba menos, así que había que cambiárselas.
 ¿El mal tiempo les causaba problemas?
=¡Cuantas veces quedábamos incomunicados después de una tormenta! ¡Se cortaban las líneas! La de Venado tuerto iba hasta cerca de Chapuy y después por camino de tierra. En la época en que ya se había inundado el camino a Chapuy tenían que ir en bote para llegar a un poste y arreglar la línea. A María Teresa iba por la calle Francia y daba toda la vuelta por la laguna de Raimundi.
En la central, al lado de la consola, donde entraban las líneas, estaban los fusibles. Cuando había tormenta, saltaban por los rayos, explotaban y hacían llamas, y había que cambiarlos.
 ¿Este trabajo le permitió hacer amistades con operadores de otras localidades?
=Con los operadores de Venado Tuerto, María Teresa o Villa Cañás hicimos amistad. Hace 10 años que dejé de trabajar y aún la mantengo. Era gente con la que hablaba todos los días, continuamente. Nos visitábamos y nos invitábamos para algunos acontecimientos como fiestas de casamiento. Nos empezamos a conocer por teléfono y después lo hicimos personalmente.
 ¿Cuando terminó su trabajo frente al conmutador?
=La oficina cerró el 9 de septiembre de 1985. La central automática había empezado a funcionar en 1983 y desde ese momento los llamados locales eran automáticos, pero llamaban a la oficina para conectarse con otros pueblos y ciudades. Había tres líneas al conmutador mismo, al recibir el pedido discaba los números y volvía a llamar al abonado y lo conectaba. El operador también en ese caso miraba el reloj y controlaba el tiempo de la llamada.
 ¿Le gustaba ese trabajo?
=Era un trabajo que me gustaba, luchaba a muerte por mis abonados, para sacar las llamadas, para beneplácito de la gente que a veces me agradecía.



1972 - Empleados de la empresa telefónica Entel, en la oficina de Gral. López 974. A la izquierda, en el escritorio, Oscar Severini; a la derecha, en el conmutador manual de llamadas, Irma Noemí de Tobío.
Uno de los teléfonos usados en Santa Isabel hasta 1983.
Uno de los modelos de teléfonos instalados en Santa Isabel en 1983 con la llegada de la nueva central automática.

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