lunes, 25 de febrero de 2013

Los Carlovich, toda una tradición

Publicado en "Acercar a la Gente" Nº 18 del 15/08/2000

 Movidos, tal vez, por el ánimo de conocer el pasado de uno de los comercios tradicionales de nuestra localidad, que hace poco tiempo dejó de funcionar, o por la curiosidad que despierta la existencia, allí, de una suerte de museo familiar y local, nos llegamos hasta la casa de los hermanos Carlovich. 

 Amalia y Pocholo (Antonio), que viven en la casa paterna junto a Ana María, nos atendieron, café mediante, en ese lugar cargado de recuerdos e historia. En una vitrina hay copas y trofeos y en la pared dos paletas cruzadas, cual escudo de armas, evocando la trayectoria como pelotari de Pocholo. Se exhiben, también, diversas pinturas creadas por Amalia en diferentes épocas. Infinidad de objetos se entremezclan ordenadamente en toda la habitación que da a la calle Sarmiento otorgándole una extraña y poco frecuente atmósfera.  ¿Cuando y como llega la familia Carlovich a Santa Isabel?
Amalia
: Mi mamá, cuando vino de Yugoslavia se radicó en Santa Teresa, con unos tíos y papá tenía un almacén cerca de ahí, en Máximo Paz. Los dos son oriundos de islas de las costas Dálmatas, en lo que era Yugoslavia. En total somos cinco hermanos. Ana María, que vive con nosotros, nació en Máximo Paz. Los demás nacimos aquí: Orlando, que falleció, Ana, yo, Amalia y Antonio o Pocholo.
Pocholo
: Cuando nuestros padres estaban en Máximo Paz, les comentaron sobre las bondades de esta zona y de este pueblo. Así que entonces se casaron y en 1924 se establecieron acá. Pusieron, en Rivadavia y Gral. López, frente al molino harinero, un almacén de ramos generales en el que había de todo, hasta tirantes, chapas, maletas para juntar maíz, carbón... Además había dos canchas de bochas. Ahí se juntaban los inmigrantes, yugoslavos, rusos, lituanos, armenios, polacos, españoles, italianos... y también los que venían de las provincias del norte. Hubo como cincuenta personas viviendo en el patio, en galpones y corredores, cada uno con su cultura y la nostalgia por su país.
¿Después pasaron a esta esquina?

Pocholo
: Si, en 1938. Nuestros viejos, con gran visión, compraron este lugar en 1927.
Amalia
: Quiere decir que en tres años pudieron juntar el dinero para comprarlo.
Pocholo: La esquina fue alquilada antes de que viniéramos nosotros. Hubo venta de autos, librería y, en el salón de al lado, sobre General López, taller de autos. El último inquilino de la esquina tenía un bar y se lo vendió a papá que después trasladó el almacén al sector donde estaba el taller. En el año '38 teníamos bar y almacén.
Amalia
: El bar, que se llamaba "Victoria" estuvo hasta el '51, después que falleció papá. Se trasladó, entonces, la despensa a la esquina y donde estaba quedó como depósito.
 ¿Recuerdan algún hecho especial?
Amalia: Las mayores anécdotas se produjeron en el bar. ¡Ahí si que había personas y personajes! Se reunían de todas las razas. A la mañana el copetín, el vermú con todos los ingredientes. A la tardecita a jugar, a las cartas, al ajedrez, billar. Se sacaban mesas afuera con manteles blancos, todo frente al negocio.
Pocholo: Venían todos. Se mezclaban no solamente razas sino estratos sociales. Y después, a la noche venían los noctámbulos y los timberos. Atendíamos como hasta las 3 de la mañana todos los días.
Amalia
: Acá, a media cuadra, al lado de la E.P.E., estaba el cine Gardel y la afluencia de público era bárbara. En los intervalos venían como en oleadas a tomar los famosos "Remos", leche caliente con vapor de la máquina, la barrita de chocolate y el paquete de vainillas. Eso en invierno, y en el verano era increíble la cantidad de cerveza que se vendía o los refrescos de granadina.
Pocholo: Las gaseosas aparecieron después. Estaba la "Chuncana" que era un amargo de hierbas, la "Bidú Cola", naranja "Biltz", la "Chinchibirra"...
 Para ustedes habrá sido un golpe muy duro tener que cerrar la despensa después de tantos años...
Pocholo
: Cerramos en el '96 y no fue para nada fácil. Pero no es responsabilidad solamente de la economía del país, porque yo tuve una enfermedad larga y costosa, ella varias operaciones. Después cuando vino todo este problema de la importación y la recesión, vimos que no era redituable.
Amalia
: Cuando pusimos la despensa, en el '51 era una época floreciente, es de no creer todo lo que se vendía.
Pocholo
: El salón estaba lleno de mercadería y como en el depósito ya no teníamos más lugar, la poníamos en la cocina. Por otra parte traíamos lo más selecto, no faltaba nada de nada, pero la gente tenía un alto poder adquisitivo.
Te puedo asegurar que se deterioró la calidad alimenticia. El paladar fino lo tiene todo argentino, pero no tiene capacidad económica. Por ejemplo, antes la paleta no se conocía, solo jamón crudo, estacionado o jamón cocido. Te puedo asegurar que la mayoría de la gente de esa época, del '35 al '70 comía jamón.
Ni hablar de la calidad que el argentino consumía. Y ojo, toda la guita que habían acumulado los conservadores, Perón se la volcó al pueblo y el público tuvo oportunidad de acceder a los mejores productos. Ese estándar de vida hasta los años '70 no se cortaba. Ya cuando sacaron a Illia, quién para mi fue el político más honrado, cuando el país creció más que nunca, ahí empezó la decadencia.
 Además existía el concepto de que en esta despensa siempre había productos de buena calidad...
Pocholo
: Esto era consecuencia de la demanda.
Amalia
: Una anécdota: En una época le preparábamos los pedidos a unos estancieros que llevaban la mercadería a Mar del Plata o Punta del Este. Nos hacían el pedido para le temporada de vacaciones!
 ¿Como ven el momento económico actual?
Amalia
: Con pocas esperanzas. Antes, la pobreza era con esperanza, porque muchísima gente humilde progresó, se compraba un terreno, se podía hacer su casita. Pero hoy no hay perspectiva
Pocholo
: Pobreza sin esperanza y sojuzgada, porque si no querés trabajar por lo que te pagan, hay colas de gente esperando. Y si sos viejo, chau, ya diste lo que diste.
 Además del comercio, ustedes tenían otras actividades.
Amalia
: A mi desde chica me gustó el dibujo. Pero en esos tiempos no era muy accesible estudiar en otros lados, además no se estilaba. Los primeros pasos para aprender dibujo los hice en la Biblioteca con un pintor que venía de Teodelina. Des-ués comencé a viajar a Venado Tuerto y quien me enseñó la técnica de dibujo fue la Sra. "Gory" de Raies. Cuando me recibí de profesora de dibujo y pintura comencé a enseñar. Tuve muchísimos alumnos, pero debido a la enfermedad de Pocholo dejé esta actividad y también dejé de pintar, porque además tuve que dedicarle mucho tiempo al negocio.
Cuando cerramos, pensaba que se me ha-bían ido todas las ideas y conocimientos. Pero al acomodar las cosas encontré bocetos, trabajos, elementos y entonces comencé a sentir el deseo de pintar. Y un día comencé a pintar con temor, pero empezaron a brotarme ideas y así estoy haciendo muchos nuevos trabajos.
Pocholo
: Una de mis actividades era el deporte, la pelota a paleta. He ganado partidos en diverso lugares de la zona como Venado Tuerto, Arias, Sancti Spíritu, San Eduardo, Maggiolo o Santa Isabel en confrontaciones con los mejores pelotaris del país.
 En este lugar hay una gran cantidad de objetos de diversas épocas y calidades. Una especie de museo. ¿Por qué hicieron esto?
Amalia
: Nosotros somos muy sentimentales y nunca nos gustó desprendernos de las cosas a las que le tenemos cariño. Hay algunas que nos desprendimos y hoy añoramos. Entonces dijimos, "vamos a empezar a armarlo", pero sin pensar que iba a ser de esta manera.
¿La gente puede pasar a ver todo esto?
Pocholo
: ¡Ah, por favor!! Es un placer. Esto surgió espontáneamente. Empezamos a limpiar este lugar y se nos ocurrió poner un cuadro, y después otras cosas y sin querer se fue convirtiendo en esto. Y le vamos a agregar más cosas. Por ejemplo, un banco en el que, mis padres nos contaban, los fundadores del Club Juventud usaban cuando planeaban su creación. No lo hicimos con la esperanza de destacarnos. La sorpresa mayor fue que la gente que pasa, se interesa y entra.

Extraño lugar para un tiempo en que todo suele ser descartable. Un lugar en el que podemos asomarnos al pasado. Donde encontramos carteles publicitarios de productos, un almanaque de "Alpargatas" con ilustración de Molina Campos, un reloj de péndulo, las bolas y el tablero de un viejo billar, cartas de poker y españolas, un juego de dominó de nácar, un tablero de ajedrez, fichas de damas, tazas de café, una canilla de chopera, una guillotina para cortar toscanos, vitrinas y espejos, una heladera de 1936 importada en perfecto estado... Todo usado en Despensa Casa Carlovich o, mejor aún, en el viejo "Bar Victoria". Como la mesa en la que charlamos y las copitas en que, para terminar, se sirvió un licor de 1991, cherry. Exquisito. 


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