martes, 19 de febrero de 2013

El Artillero de Belgrano

Publicado en www.acercarweb.com.ar el 20/12/2007

Por Norberto Oscar Dall'Occhio


Aún perdura en el recuerdo de los viejos hinchas belgranistas la figura de Benjamín Santos, el notable goleador oriundo de Cafferata, que jugó en General  Belgrano en 1943, cuando tenía 19 años. Luego  fue  transferido a Rosario Central, donde resultó  goleador máximo del Torneo de  la AFA en 1948. Finalmente terminó su carrera deportiva en el Torino de Italia.

 Santos era un extraordinario shoteador y se destacaba por la violencia  y por la puntería de sus disparos. Sus misiles también tuvieron como víctimas, en recordados partidos, nada menos que a los arqueros de River y de Boca.

 Pero en Santa Isabel ocurrió un hecho casi insólito, muy comentado en aquel entonces en el ambiente futbolero. En ese hecho Santos fue uno de los principales protagonistas junto al guardavalla de Sportsman de Villa Cañás.

 En 1943 Juventud Unida organizó un Torneo “Relámpago” que se disputó en su antigua cancha con la participación de varios equipos de la zona.

 Ya que mencionamos la vieja cancha de Juventud conviene hacer una breve descripción de sus instalaciones, dejando para  la parte final la anécdota referida a Benjamín Santos.

 En aquella época la  cancha de los verdes tenía ciertas características especiales. No poseía tejido olímpico y lo único que dividía al público y el perímetro del campo de juego, era un hilo de alambre liso, sostenido a un metro de altura por postes de madera distanciados unos cinco metros uno de otro. El espacio comprendido entre el hilo de alambre y la línea divisoria del campo de juego era muy reducido. Alrededor de dos metros. Es decir que los espectadores casi se daban la mano con los jugadores.

 Como a los costados laterales de la cancha  -que ocupaba una manzana entera en lo que es hoy la Escuela  Nº779-  no existían muros ni ligustros, sino un alambrado, durante los partidos el Club cubría con arpilleras todos los sectores  que daban a la calle. El propósito era  evitar que los mirones vieran el encuentro sin pagar la correspondiente entrada. Pero había algunos que se arriesgaban y se subían a los árboles plantados sobre  la vereda de tierra que circundaban la cancha. Era común que durante el desarrollo del partido se oyera el ruido provocado  por el quiebre de alguna rama que no pudo resistir el peso de una persona. Entonces de inmediato se producía la reacción de la gente, que risueñamente solía  gritar ¡ Auxiliooo… hombre a tierra! Felizmente las caídas no tenían consecuencias.

 Pero volvamos a la culminación de ese Torneo “Relámpago” disputado en 1943.

 A la final llegaron Belgrano y Sportsman de Villa Cañás. Como el partido terminó igualado fue necesario desempatar mediante la ejecución de tres penales por equipo, que en aquella época estaba a cargo de un solo jugador por bando.

 Los penales se ejecutaron sobre el arco que estaba sobre la calle Corrientes  al 1400,  donde hoy  se encuentra el edificio de la Escuela. El ejecutante elegido por Belgrano lógicamente fue Santos, por sus temibles remates desde los doce pasos.

 El primer penal pateado por Santos fue un violento disparo que se convirtió en gol. El segundo tiro fue un verdadero cañonazo que pegó en el cuerpo del arquero y se introdujo en el arco.

 Y llegó el tercer penal, que podía definir el ganador del Torneo, pues Sportsman había fallado en una de sus  ejecuciones.

 Y ahora viene el hecho más llamativo de esa recordada final.

 Ante el suspenso del numeroso público, Santos tomó una distancia prudencial de la pelota. El arquero se colocó  sobre la raya en el medio de los tres palos. El árbitro dio  la orden de ejecución haciendo sonar su silbato. Pero cuando Santos estaba a punto de iniciar su carrera, el arquero Bolatti, ante la sorpresa de todos, dio un paso hacia atrás mirando la pelota… tiró su cuerpo contra la red… levantó los brazos como pidiendo clemencia… y no ofreció resistencia. Santos tranquilamente mandó la pelota al fondo del arco. Y Belgrano conquistó el certamen. Su gente invadió el campo de juego y festejó ruidosamente el trofeo obtenido, quedando grabado en la memoria de todos los presentes la imagen de lo   acontecido en el último penal convertido por Benjamín Santos.













Benjamín Santos en una fotografía de la revista
 "El Gráfico" a mediados de la década de 1940.






 
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